Todos los 04 de marzo se conmemora el Día Mundial contra la Obesidad, su objetivo es el de concientizar a las personas sobre el daño que conlleva la acumulación anormal de grasa pudiendo acarrear otras enfermedades que son nocivas para el organismo. Esta fecha nació convocada por la Federación Mundial de la Obesidad, y sus miembros mundiales. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial.
El sobrepeso y la obesidad suponen un problema global que afecta a centenares de millones de personas en todo el mundo. La explicación no es tan simple como una falta generalizada de voluntad y autocontrol, hay raíces más profundas que contribuyen al problema.
La obesidad es un acúmulo excesivo de grasa en el cuerpo, pero, además una enfermedad grave, crónica y progresiva, que no tiene nada que ver con la fuerza de voluntad. Es en primer lugar una enfermedad potencialmente grave en función de que promueve la aparición de otras enfermedades asociadas como la diabetes tipo II, la hipertensión, el colesterol elevado, etc… y por tanto incrementa el riesgo cardiovascular comprometiendo las perspectivas de vida.
Se trata de una enfermedad crónica, o sea resistente y progresiva y que se mantiene de por vida si no se controla mediante tratamientos eficaces y seguros. La obesidad también es incontrolable por la mente, ya que es en esencia una enfermedad del metabolismo humano y nuestra mente puede dominar hábitos nocivos como el tabaco o el alcohol, pero nunca enfermedades como la obesidad o el cáncer.
Es muy importante que los pacientes sepan que no tienen la culpa de estar así. Nuestro tejido graso en condiciones normales desempeña un gran papel metabólico ya que está concebido para la regulación de funciones claves en nuestros órganos y a nivel cerebral, algo independiente de que se coma mucho o poco.
La obesidad puede aparecer en cualquier momento de la vida, lo que va a producir una modificación sustancial en el funcionamiento de las células grasas, acumulando progresivamente kilos de peso en grasa.
La obesidad es también una enfermedad inflamatoria. Este proceso patológico desencadena una respuesta inflamatoria en el tejido graso y la aparición de hormonas inflamatorias muy agresivas (cytokinas). En definitiva, por esto decimos que la obesidad es una enfermedad sistémica, sumamente compleja, y por esto, no cualquier cosa que se haga tiene el mismo poder metabólico como para poder controlarla.
La enfermedad no está directamente relacionada con el comer, sino que tienen más que ver con cambios metabólicos que conducen a otros cambios, de ahí la complejidad de la enfermedad y la dificultad de tratarla.
TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD
El tratamiento de la obesidad debe ser integral y multidisciplinario para alcanzar y mantener un peso saludable. Pérdidas de peso de al menos un 5-10% en un período de 6 meses mejora y controla la aparición de otras enfermedades (comorbilidades) asociadas con la obesidad.
El tratamiento inicial de la obesidad incluye cambios en la pauta alimentaria y el aumento de ejercicio físico. Junto a estas estrategias y, en función del grado de obesidad, se pueden administrar fármacos u optar por la cirugía bariátrica con la finalidad de potenciar la pérdida de peso.
Alimentación. No existe una pauta alimentaria única para bajar de peso, junto con el nutricionista se diseña un plan de alimentación equilibrado y variado para controlar las calorías, que se individualiza según el grado de obesidad, la presencia de otras enfermedades, la edad, el nivel de actividad física y las preferencias de cada persona.
Ejercicio físico. La actividad física adaptada a las posibilidades de cada persona y practicada de forma regular contribuye de manera favorable a controlar el peso, a mejorar los factores de riesgo asociados e influye de manera positiva en la sensación de bienestar.
Tratamiento farmacológico. Según las recomendaciones de las sociedades científicas, el tratamiento farmacológico está aconsejado como adyuvante al tratamiento con alimentación y ejercicio en personas con un IMC mayor a 30 kg/m2 o a 27 kg/m2 y con, al menos, una enfermedad asociada a la obesidad (dislipemia, hipertensión e hígado graso). El objetivo de este tratamiento es ayudar en la adherencia a los cambios de estilo de vida e inducir y mantener la pérdida de peso al vencer las adaptaciones biológicas que se producen tras la pérdida de peso.
Tratamiento psicológico. Los factores psicológicos contribuyen al desarrollo y/o mantenimiento del sobrepeso y la obesidad. En esta terapia se utilizan técnicas para el manejo de la ansiedad, para la resolución de problemas, para el control de estímulos, para el autocontrol y para la reestructuración cognitiva, entre otras.
Las personas con obesidad tienen un riesgo mayor de presentar alteraciones psicológicas, las más frecuentes son los trastornos depresivos, de ansiedad, de la conducta alimentaria y los relacionados con el uso de sustancias. Además, tienden a sufrir dificultades de autoestima, de autoimagen y en las relaciones con los demás.
La psicoterapia más eficaz es la cognitivo-conductual. El objetivo principal del tratamiento de la obesidad es ayudar al cambio, a la adquisición y al mantenimiento de conductas que permitan, además de una reducción de peso y su mantenimiento, mejorar el funcionamiento psicosocial del paciente. Identificar qué situaciones, externas o internas (mentales o emocionales) predisponen a comer de manera poco adaptativa y dotar al paciente de estrategias conductuales, emocionales y cognitivas que le permitan tener una relación más saludable con la comida.
Tratamiento quirúrgico. La cirugía bariátrica (CB) es un conjunto de procedimientos quirúrgicos para el tratamiento de la obesidad grave.
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