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Foto del escritorSamuel Garcia

MEDIO AMBIENTE Y ALIMENTACION

Cada vez son más los estudios científicos que aseguran que las acciones y prácticas cotidianas dejan huellas en el planeta, y la alimentación es una de ellas.


La producción y el consumo de alimentos son determinantes a la hora de hablar de la salud humana y la sostenibilidad ambiental. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se requieren 1.500 litros de agua para generar un kilo de granos y 10 veces esa cantidad para producir un kilo de carne. Esto nos sirve para repensar cómo impacta el tipo de alimentos que consumimos en el medioambiente.


Si tenemos en cuenta que para el año 2050 se estima que la demanda global de alimentos se duplicará, ¿cómo nos alimentamos para garantizar que haya suficiente para todos, y que no se continúe dañando al medio ambiente?

Hay diferentes alternativas, entre las que se destacan 3 acciones básicas que todos podemos tener en cuenta a la hora de comer con conciencia ambiental.

 


COMER LOCAL

Al preferir alimentos producidos localmente y cultivados lo más cerca de casa, y con buenas prácticas, se puede reducir la generación de emisiones de gases efecto invernadero, aquellos que calientan al planeta y causan el cambio climático.


Sólo basta pensar en las emisiones de barcos, camiones y aviones que atraviesan el mundo para transportar alimentos de un lado a otro. Un porcentaje de estas emisiones asociadas al transporte puede reducirse si más personas comen local.


Los alimentos de proximidad, o kilómetro 0, se cultivan cerca de donde se va a comer y se venden directamente a los consumidores o a través de un número mínimo de intermediarios, por lo que están más ligados al territorio y son más sostenibles.

 

¿Qué hacer?

● Antes de comprar un producto vale la pena preguntar de dónde viene, cómo fue producido o revisar la etiqueta.

● Al visitar un restaurante, prefiera aquellos platos que incluyen ingredientes locales, y mejor si cuentan con algún atributo como orgánico o de temporada.

● Hacer uso de las iniciativas que conectan a clientes con productores locales, como los mercados campesinos.



 

COMER VARIADO

Desde inicios del siglo 20, cerca del 75% de la variedad de cultivos del mundo ha desaparecido de los campos de los agricultores y sólo algunos representan más del 60% del total de la producción agrícola. Aunque el hombre ha llegado a cultivar al menos 6.000 especies de plantas, los principales cultivos globales son sólo cuatro: soja, trigo, maíz y arroz.

 

Esta forma poco variada de producción implica un mayor desgaste para el suelo y sus nutrientes, la pérdida de variedades de alimentos y la cultura en torno a ellos, y en ocasiones, un mayor uso de fertilizantes, algunos, generadores de gases efecto invernadero.

 

¿Qué hacer?

● Incluir más frutas y verduras en su alimentación diaria, estos deben ocupar al menos la mitad del plato.

● Incorporar un alimento vegetal, local, que se consuma de manera poco frecuente cada vez que haga sus compras.

● Elegir más alimentos frescos y menos procesados, estos requieren de menos recursos para producirse.

● Apoyar a los agricultores que cultivan variedades diferentes de un alimento; están rescatando semillas y alimentos que de otra forma podrían desaparecer. 




COMER SIN DESPERDICIAR

Cerca de 35% los alimentos preparados y producidos se tiran a la basura, el nivel de desperdicio puede llegar hasta un 40% si se trata de carnes.


Siguiendo las estimaciones de la FAO las grandes urbes tiran a la basura toneladas de comida cada día mientras que en simultaneo existen habitantes que presenta alguna carencia alimentaria en las mismas ciudades.

 

¿Qué hacer?

● Comprar alimentos frescos como frutas y verduras con más frecuencia, en vez de una gran cantidad, esta es la comida que más se desperdicia.

● Evitar manipular en exceso los alimentos para verificar su estado de madurez, esto hace que se dañen más rápido.

● Aprender cuál es la manera adecuada de almacenar los alimentos frescos. Por ejemplo, las bananas deben almacenarse lejos de otras frutas para retrasar su maduración y, en lo posible, colgados.

● Reducir las porciones y permitir que cada miembro de la familia se sirva directamente, de acuerdo a su apetito.

● Si sobra comida al visitar un restaurante, siempre pedir para llevar. Eso sí, teniendo en cuenta usar recipientes reciclables.

● Revisar nuevas maneras de usar las frutas o verduras sobre-maduras: salsas, postres, panes, licuados son opciones para evitar que éstas se desperdicien.

● Investigar recetas para usar creativamente las sobras y gestionarlas de manera segura.



 Empezar con estas simples prácticas es una forma efectiva para poder tener una alimentación que contribuya al planeta. Es preciso entender que no existe una sola manera de alimentarse sosteniblemente, la geografía, la cultura, la tradición y la disponibilidad influyen en las elecciones que cada persona hace a la hora de comer.


También, es importante tener presente que, para proteger nuestra comida, también necesitamos cuidar la naturaleza. Los sistemas alimentarios dependen de procesos naturales como la polinización, el mantenimiento de suelos, el control de plagas, la regulación del agua y la conservación de los hábitats para la vida silvestre. Por lo tanto, revertir la pérdida de biodiversidad es esencial para salvaguardar los alimentos a largo plazo.

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